Abhinavagupta es sin duda alguna una de las personalidades más interesantes del medioevo indio (siglo XI). En él se combinan felizmente la erudición y una visión creativa capaz de renovar el bagaje cultural heredado. Su personalidad es además multifacética. La tradición india ha registrado en primer lugar su labor de crítico literario y recientemente está redescubriendo con gran admiración su contribución filosófica como representante de la escuela Trika del Shivaismo de Cachemira. Abhinavagupta fue además un sacerdote y un maestro espiritual con considerables responsabilidades religiosas.
Su interés por la poesía -y decir aquí poesía equivale casi a decir teatro, pues para Abhinavagupta la poesía asume su plenitud en la forma dramática- no es , por decirlo así, desinteresado, pues concibe el teatro como un `ritual estético que purifica las emociones mundanas`1 Lo califico aquí como de `sabio alquimista` para indicar una concepción muy química, o casi debería decir culinaria, del mecanismo poético. Poetizar consiste en `dar sabor` al ingrediente básico (la emoción) de un plato (la poesía) mediante la mezcla acertada de sus componentes: las causas, los efectos y las circunstancias que acompañan a la emoción. Abhinavagupta sabía muy bien que la emoción, precisamente a causa de su emotividad, no es apta para el consumo estético. Las emociones ordinarias son eficazmente placenteras o dolorosas y provocan reacciones de aceptación o rechazo, mientras que la `emoción estética`, aun cuando se arrope con el manto de las lágrimas, es siempre `deleitable`. Abhinavagupta contestó de una forma muy estructurada a una pregunta clave de la estética occidental: ¿Cómo se suscita la emoción (estética)?. No podemos entrar aquí en los detalles de esta respuesta, pero una de las conclusiones de Abhinavagupta nos atañe directamente. Como ya hemos dicho la función poética del lenguaje convierte una emoción ordinaria, una pasión, en una emoción estética y la emoción estética es, por decirlo de alguna manera, el reverso de la pasión. El nombre de esta emoción estética en sánscrito es rasa que significa literalmente `sabor, zumo, esencia`. El alambique de la poesía destila la emoción ordinaria y nos la devuelve convertida en su zumo o esencia: el licor del rasa. La ingestión de este licor produce el asombro estético (camatkara). Para Abhinavagupta la naturaleza de esta delectatio es extraordinaria, la palabra que él utiliza es alaukika (lit. no-mundana), ya que la percepción del rasa no transita por los caminos ordinarios del conocimiento (la percepción, la inferencia, la autoridad verbal, etc.), sino a través de un sendero epistemológico exclusivo. Y puesto que para Abhinavagupta, al igual que para la mayoría de los pensadores indios, la quintaesencia de la realidad es precisamente el Gozo Absoluto, la experiencia estética es gozosa porque nos revela momentáneamente la naturaleza de esta realidad última.
De cualquier manera que se considere el tantrismo, como una readaptación ortodoxa (y última) del Veda a los tiempos oscurecidos (kali-yuga) o como una revelación divina enteramente nueva y autosuficiente que vuelve incluso al Veda caduco e inútil, una cosa es cierta: la doctrina de la identidad suprema entre el Si individual y el Si universal, que se encuentra en el centro de la enseñanza upanishadica, se encuentra en los Agallas y los Tantras mantenida y preservada.
El universo entero surge de una sacudida original (en realidad fuera del tiempo), de un choque, de una vibración, esta vibración eterna. El es el Corazón del Shiva supremo (Paramashiva), también llamado Bhairava (el Terrible), tattva o mahâsattavâ (Realidad Ultima), svarûpa (esencia), shûnyata (vacuidad), âtman (Si-mismo): Consciencia absoluta (chiti, chaitanya, samvid) cuya característica esencial es la libertad (svâtantrya). Porque esta Consciencia es soberanamente libre, puede negarse a si misma, esconderse ante ella misma, oscurecer su esencia luminosa con la ayuda de su mâya-shakti (energía de ilusión), dividirse entre sujeto y objeto, `yo` (aham) y `esto` (idam), aparecer bajo la forma de un mundo múltiple y cambiante, en el cual ella jugará a perderse (siendo el juego la expresión misma de la libertad) y del cual aspirara mas tarde a liberarse, ella a la que nada podría encadenar.
Este resumen del Tantrâloka muestra la lógica y el sentido de la obra, toda ella orientada hacia la búsqueda de la liberación, de la cual la iniciación abre ritualmente la puerta y que las técnicas espirituales, mentales, yóguicas, pueden facilitar, pero que no depende verdaderamente de estos medios, ya que viene de la gracia divina (con la ayuda de un maestro). De ahí una exposición que va de la irrupción irresistible de una gracia totalmente iluminadora hasta los ritos y observancias, para acabar con la referencia a las Escrituras shivaitas, pero sin que se pierda de vista `con lo recuerda el brevísimo capítulo 34` que es siempre hacia el mismo objetivo: el conocimiento por el adepto de su propia esencia (svasvarûpa), la identificación con la divinidad, y por tanto la liberación, a la que éste, por una vía o por otra (o fuera de toda vía) se dirige.
Su interés por la poesía -y decir aquí poesía equivale casi a decir teatro, pues para Abhinavagupta la poesía asume su plenitud en la forma dramática- no es , por decirlo así, desinteresado, pues concibe el teatro como un `ritual estético que purifica las emociones mundanas`1 Lo califico aquí como de `sabio alquimista` para indicar una concepción muy química, o casi debería decir culinaria, del mecanismo poético. Poetizar consiste en `dar sabor` al ingrediente básico (la emoción) de un plato (la poesía) mediante la mezcla acertada de sus componentes: las causas, los efectos y las circunstancias que acompañan a la emoción. Abhinavagupta sabía muy bien que la emoción, precisamente a causa de su emotividad, no es apta para el consumo estético. Las emociones ordinarias son eficazmente placenteras o dolorosas y provocan reacciones de aceptación o rechazo, mientras que la `emoción estética`, aun cuando se arrope con el manto de las lágrimas, es siempre `deleitable`. Abhinavagupta contestó de una forma muy estructurada a una pregunta clave de la estética occidental: ¿Cómo se suscita la emoción (estética)?. No podemos entrar aquí en los detalles de esta respuesta, pero una de las conclusiones de Abhinavagupta nos atañe directamente. Como ya hemos dicho la función poética del lenguaje convierte una emoción ordinaria, una pasión, en una emoción estética y la emoción estética es, por decirlo de alguna manera, el reverso de la pasión. El nombre de esta emoción estética en sánscrito es rasa que significa literalmente `sabor, zumo, esencia`. El alambique de la poesía destila la emoción ordinaria y nos la devuelve convertida en su zumo o esencia: el licor del rasa. La ingestión de este licor produce el asombro estético (camatkara). Para Abhinavagupta la naturaleza de esta delectatio es extraordinaria, la palabra que él utiliza es alaukika (lit. no-mundana), ya que la percepción del rasa no transita por los caminos ordinarios del conocimiento (la percepción, la inferencia, la autoridad verbal, etc.), sino a través de un sendero epistemológico exclusivo. Y puesto que para Abhinavagupta, al igual que para la mayoría de los pensadores indios, la quintaesencia de la realidad es precisamente el Gozo Absoluto, la experiencia estética es gozosa porque nos revela momentáneamente la naturaleza de esta realidad última.
De cualquier manera que se considere el tantrismo, como una readaptación ortodoxa (y última) del Veda a los tiempos oscurecidos (kali-yuga) o como una revelación divina enteramente nueva y autosuficiente que vuelve incluso al Veda caduco e inútil, una cosa es cierta: la doctrina de la identidad suprema entre el Si individual y el Si universal, que se encuentra en el centro de la enseñanza upanishadica, se encuentra en los Agallas y los Tantras mantenida y preservada.
El universo entero surge de una sacudida original (en realidad fuera del tiempo), de un choque, de una vibración, esta vibración eterna. El es el Corazón del Shiva supremo (Paramashiva), también llamado Bhairava (el Terrible), tattva o mahâsattavâ (Realidad Ultima), svarûpa (esencia), shûnyata (vacuidad), âtman (Si-mismo): Consciencia absoluta (chiti, chaitanya, samvid) cuya característica esencial es la libertad (svâtantrya). Porque esta Consciencia es soberanamente libre, puede negarse a si misma, esconderse ante ella misma, oscurecer su esencia luminosa con la ayuda de su mâya-shakti (energía de ilusión), dividirse entre sujeto y objeto, `yo` (aham) y `esto` (idam), aparecer bajo la forma de un mundo múltiple y cambiante, en el cual ella jugará a perderse (siendo el juego la expresión misma de la libertad) y del cual aspirara mas tarde a liberarse, ella a la que nada podría encadenar.
Este resumen del Tantrâloka muestra la lógica y el sentido de la obra, toda ella orientada hacia la búsqueda de la liberación, de la cual la iniciación abre ritualmente la puerta y que las técnicas espirituales, mentales, yóguicas, pueden facilitar, pero que no depende verdaderamente de estos medios, ya que viene de la gracia divina (con la ayuda de un maestro). De ahí una exposición que va de la irrupción irresistible de una gracia totalmente iluminadora hasta los ritos y observancias, para acabar con la referencia a las Escrituras shivaitas, pero sin que se pierda de vista `con lo recuerda el brevísimo capítulo 34` que es siempre hacia el mismo objetivo: el conocimiento por el adepto de su propia esencia (svasvarûpa), la identificación con la divinidad, y por tanto la liberación, a la que éste, por una vía o por otra (o fuera de toda vía) se dirige.
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